La bióloga argentina es una de las pioneras en las investigaciones sobre los disruptores endocrinos. Descubrió el nonilfenol en 1987 junto al también argentino Carlos Sonnenschein en la Universidad estadounidense de Tufts, en Boston. Trabaja entre Estados Unidos y París donde acaba de recibir la medalla al mérito Grand Vermeil de la Alcaldía parisina por sus aportaciones a la investigación sobre estas sustancias que alteran las hormonas y que estarían detrás de las principales patologías de los países desarrollados. Presenta en agosto en Argentina, el libro “La sociedad de las células” publicado por la Universidad de Buenos Aires.
RFI: Sabemos que es muy discreta y que no le gusta mucho hablar de premios, pero siempre es agradable que se reconozca el trabajo.
Ana Soto: Fue una linda sorpresa porque es sobre todo un reconocimiento al trabajo que yo he hecho, a lo que ellos llaman activismo científico. Cuando uno encuentra algo que afecta a la salud de la población y ONG o gobiernos me piden la opinión, yo la doy porque considero que es mi obligación. Hay dos tipos de científicos. El que se queda en la torre de marfil y el científico que dice a mí me ha pagado el Estado y por lo tanto los que pagan impuestos. Así que ellos tienen derecho a saber cuáles son las consecuencias de los resultados que obtuvimos en nuestros laboratorios.
Por lo tanto, para mí es una parte muy importante de mi trabajo y entonces esto es lo que ha reconocido la Alcaldía de París que no da premios científicos, pero reconoce a la gente que ha hecho algo que es importante para ellos.
Fuimos convocados cuando estaban pensando qué hacer con los biberones de plástico que contenían Bisfenol A y los suspendieron hace ya diez años.
También hemos dado nuestro testimonio en la Asamblea Nacional y ya hay dos leyes que han sido creadas para proteger a la población de los disruptores endocrinos. Así que Francia está en la vanguardia de todo esto.RFI: Explíquenos qué es exactamente un disruptor endocrino.
AS: Es una sustancia química que afecta al sistema endocrino. Es decir, las hormonas que regulan nuestro metabolismo, la reproducción y el comportamiento. Todas esas cosas que están reguladas por las hormonas que se producen. El disruptor endocrino puede imitar a la hormona, como el que nosotros descubrimos, el nonilfenol, imita al estrógeno, la hormona femenina, que normalmente es producida por el ovario. Hay otros disruptores que actúan contra las hormonas masculinas, que son antiandrógenos, y hay otras que afectan al metabolismo. Es decir cómo esas hormonas son sintetizadas o cómo son destruidas por el organismo. Es complejo.
Pero a fin de cuentas, el animal o la persona expuesta va a tener problemas importantes porque esas hormonas controlan un montón de facetas de nuestra salud.
RFI: ¿Qué provocan los disruptores endocrinos? Se pone muchas veces el ejemplo del adelanto de la pubertad en las niñas.
AS: Primero hay que destacar que están los estudios epidemiológicos y luego los estudios hechos en animales. Los estudios con los animales son más sensibles porque desde el laboratorio lo puedo controlar todo y puedo exponer en un momento dado y preciso. Entonces son mucho más confiables. Los estudios epidemiológicos nos dan una pauta de lo que está pasando en la población pero no nos dan el refinamiento de los otros. Es decir, que necesitamos ambos. Y cuando se hacen estudios con animales se ve que la exposición a ciertos disruptores endocrinos produce efectos diversos durante la vida fetal, no se ve mucho, pero uno si diseca al animal ve que hay alteraciones.
Luego cuando este animal crece se empiezan a encontrar fenómenos como que hay un avance de la pubertad, que hay alteraciones de comportamiento, que los animales comienzan a tener comportamientos ansiosos y otros efectos de comportamiento como que las madres no cuidan bien a sus crías. Las ratas, por ejemplo, cuando las separo de las crías tardan unos segundos en encontrarlas, pero si a las ratas las hemos expuesto a ciertos disruptores endocrinos, no lo hacen. Es como si la madre hubiera tomado cocaína. Pasan muchas cosas que no son normales, que parecen sutiles, pero que después se agravan. Por supuesto, también encontramos cáncer de mama y eso con una exposición pequeña en el laboratorio, a unos niveles a los que estamos expuestos en la vida.
En resumen, alteración del comportamiento, obesidad, diabetes, cáncer de mama, cáncer de próstata. Y si usted ve, las patologías que van en aumento en las poblaciones del primer mundo coinciden. Pero no tenemos los estudios epidemiológicos porque es muy difícil seguir qué pasó en la vida fetal de una persona cincuenta años más tarde.
RFI: Usted ya descubre un disruptor endocrino en 1987. Se trata del nonilfenol. Lo hizo en la Universidad de Tufts de Boston, en Estados Unidos. Lo descubre junto a otro argentino, su socio Carlos Sonnenschein. Un descubrimiento por casualidad.
AS: Estábamos investigando sobre la proliferación de células y de golpe los resultados que habíamos obtenido durante diez años no se reproducían más. Es decir, aquellas células a las que les habíamos puesto estrógenos proliferaban y a las que no, no. Había una diferencia numérica de cinco veces entre uno y otro. Y de golpe todas las células proliferaban, incluso a las que no les habíamos puesto estrógeno. Tardamos cuatro meses en identificar de dónde venía eso. Si eran las pipetas o los frascos de cultivo. Y al final encontramos que eran unos tubos donde guardábamos unos componentes de medio cultivo. Llamamos a la empresa que los produce y nos explicaron que habían cambiado la fórmula para su fabricación para que fueran más resistentes a los impactos.
Preguntamos qué tenían y nos dijeron que no lo podían decir porque era secreto de fabricación.
Y allí estuvimos un año y medio investigando. Estudiamos las analíticas de química que se usaban en ese momento, porque tanto Carlos como yo somos médicos. Y finalmente en 1991 publicamos el resultado. Era nonilfenol, un antioxidante. Cuando lo descubrimos, vimos que también se usaba como detergente. El nonilfenol ya estaba en la mira de los suizos porque esta sustancia es tóxica para las agallas de los peces. También se usaba como antiespermicida en las cremas y en los condones. Entonces nos dimos cuenta de que la gente estaba expuesta pero no teníamos el dato preciso de qué iba a producir esa exposición en el feto. Y recién empezó a haber dinero para investigar en 1995. Así que comenzamos a realizar los estudios con animales en 1996.
RFI: ¿Cuántos disruptores endocrinos hay identificados en la actualidad?
AS: Hay entre 80.000 y 90.000 productos de síntesis que existen en el mercado que están en el registro federal estadounidense y hay otro registro similar en Europa. Pero de esos hay muy pocos detectados. En nuestro laboratorio hicimos un barrido de unos 150 y unos 40 tenían actividad estrogénica. No se ha hecho un estudio sistemático, pero hay muchos.
RFI: ¿Hay urgencia en hacer un registro?
AS: Sí, hay urgencia. Pero lo que está pasando es lo siguiente. Por ejemplo, cuando nosotros y otros publicaron que el bisfenol A, que se usa para hacer plásticos de policarbonato, en las lentes de contacto o en las latas de conserva, tenían una actividad hormonal, algunos países empezaron a preocuparse para limitar la exposición. Y se retiraron botellas de agua y biberones y se reemplazó el bisfenol A por bisfenol AF y Bisfenol S que también tienen actividad estrogénica. Ese fue un mal movimiento. Pero desde que los franceses sacaron una ley que fue implementada en 2016, los plásticos que están en contacto con la comida no pueden tener ciertos ftalatlos o bisfenol A. O sea que ya se está actuando para evitar la exposición a estas sustancias.
Fuente: http://es.rfi.fr/ciencia/20190717-ana-soto-30-anos-de-activismo-cientifico-contra-los-disruptores-endocrinos
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