Neurotóxicos están causando una pandemia de trastornos cerebrales
El estudio identifica más de 200 sustancias químicas e industriales, incluidos metales, solventes y pesticidas que tienen el potencial de dañar el cerebro… Y agregan que éstas podrían ser «sólo la punta del iceberg».
Las discapacidades del desarrollo neurológico, incluido el autismo, el trastorno por déficit de atención con hiperactividad, la dislexia y otras deficiencias cognitivas, afectan a millones de niños en todo el mundo, y algunos diagnósticos parecen estar aumentando en frecuencia. Los químicos industriales que dañan el cerebro en desarrollo se encuentran entre las causas conocidas de este aumento en la prevalencia. En 2006, realizamos una revisión sistemática e identificamos cinco productos químicos industriales como neurotóxicos del desarrollo: plomo, metilmercurio, bifenilos policlorados, arsénico y tolueno. Desde 2006, los estudios epidemiológicos han documentado seis neurotóxicos del desarrollo adicionales: manganeso, fluoruro, clorpirifos, diclorodifeniltricloroetano, tetracloroetileno y los difeniléteres polibromados. Postulamos que aún más neurotóxicos permanecen sin descubrir. Para controlar la pandemia de neurotoxicidad del desarrollo, proponemos una estrategia de prevención global.
Esa es la conclusión de un informe publicado por la revista médica The Lancet. La investigación, realizada por la Universidad de Dinamarca del Sur y la Escuela de Medicina Monte Sinaí de Nueva York, indica que la exposición a bajos niveles de estas sustancias podría conducir a defectos neuroconductuales en los niños. «Se conoce desde hace varios años el daño que causan los solventes en el sistema nervioso central» dijo a BBC Ciencia el doctor Nelson Albiano, Jefe de Toxicología del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez de Buenos Aires.
«Y no sólo para el niño, sino para la gente que trabaja con estos productos», agrega.
DAÑOS
Uno de cada seis niños en el mundo tiene una discapacidad de desarrollo como autismo o parálisis cerebral. Las causas son desconocidas, pero los investigadores analizaron varios estudios previos y la información, dicen, demuestra cómo algunos tóxicos pueden afectar el cerebro.
El equipo indica que los efectos de la contaminación industrial química son extremadamente difíciles de determinar porque los síntomas a veces no se desarrollan durante varios años. El informe nombra el plomo, que se utilizó en la gasolina de 1960 a 1980, y que ilustra el riesgo de la exposición a bajos niveles de sustancias químicas industriales en los niños.
Por lo que se conoce sobre los efectos tóxicos del plomo, éste puede reducir el coeficiente intelectual, acortar la capacidad de concentración, disminuir la coordinación motora y aumentar la agresividad. Los científicos dicen que los cerebros en desarrollo -que van desde el feto a la adolescencia- son mucho más susceptibles a las sustancias tóxicas que los del adulto.
«Por debajo de los dos años es la edad de mayor riesgo -señala el doctor Albiano- porque el plomo puede atravesar perfectamente bien y llegar al cerebro». «Y después de los dos años el niño puede tener trastornos de aprendizaje y conducta, entre otras manifestaciones», agrega.
Tóxicos
Varias otras sustancias químicas, incluido el metilmercurio, arsénico y el bifenil policlorinado, también son analizados en profundidad y muestran que causan problemas neuroconductuales. Los científicos identifican en total 202 sustancias químicas industriales con el potencial de perjudicar el cerebro humano.
Entre éstas están:
Manganeso
El elemento 25 de la tabla periódica es un metal que se ha utilizado como pigmento desde la prehistoria. Se trata de un elemento esencial en nuestra dieta y necesitamos ingerir entre 1 y 5 miligramos al día, pero su consumo en exceso, a partir de 11 miligramos, resulta tóxico. Un estudio de 2010 mostró que la exposición continuada al manganeso presente en el agua está asociada a un descenso en los niveles de inteligencia de los niños en edad escolar. Actualmente sólo se considera peligrosa una concentración de manganeso en el agua mayor de 50 µg Mn/L (hace menos de cinco años se consideraba segura una exposición de hasta 300 µg Mn/L).
Flúor
El más electronegativo y reactivo de todos los elementos de la tabla periódica es enormemente beneficioso para nuestra salud bucodental, y casi todos lo usamos a diario cuando nos cepillamos los dientes, pero eso no quita que sea también un neurotóxico. “Es una espada de doble filo”, reconoce Landrigan. No hay duda de que, en bajas dosis, es beneficioso, pero en grandes dosis provoca lesiones en huesos y dientes y, además, puede tener efectos negativos en el desarrollo cerebral.
Se ha comprobado que la presencia de flúor en el agua alcanza niveles peligrosos en algunas zonas de China, pero en España no debemos preocuparnos por esto y mucho menos por nuestra pasta de dientes.
Clorpirifós
El clorpirifós es un pesticida de uso agrícola ampliamente utilizado en cultivos como el algodón, el maíz, las almendras o las frutas. Cuando se empezó a comercializar a mediados de los 60, su propietario, Dow Chemical Company, lo vendió como un plaguicida doméstico ideal. En 2001 la agencia de protección medioambiental de EEUU restringió su uso a las plantaciones agrícolas y se sigue utilizando ampliamente en éstas.
Aunque el clorpirifós no es bioacumulable en el medio y se degrada rápidamente en la atmósfera, puede acabar en nuestras frutas y verduras y, según Landrigan y Grandjean, sigue siendo uno de los neurotóxicos más peligrosos. “Recomiendo a las mujeres embarazadas que coman productos ecológicos porque reducen la exposición a los pesticidas en un 80 o 90%”, explicaba Landrigan en ‘The Atlantic’. “Estos son los químicos que realmente me preocupan”.
Este famoso insecticida vivió su momento de gloria en la primera mitad del siglo XX pero pronto se comprobó su enorme peligrosidad: afectaba a la glándula suprarrenal, al cerebro, al hígado, al nervio periférico, al sistema reproductivo y al feto, pudiendo provocar cáncer y tumores.
En 1972 el DDT se prohibió en EEUU y, poco después, en la mayoría de países del globo. En la actualidad hay científicos que piensan que se debería recuperar para acabar con el mosquito que causa la malaria, una opinión que respaldó la OMS. El debate, muy polémico, continúa.
Tetracloroetileno
Este disolvente, ampliamente utilizado en la industria textil y siderúrgica, es un peligroso tóxico cuya exposición, además de afectar al desarrollo cerebral de los niños, provoca numerosos problemas en los adultos que están en contacto con él en el trabajo. Diversos estudios epidemiológicos han comprobado además que la sustancia es capaz de provocar tumores en animales de laboratorio, por lo que está considerado un posible cancerígeno.
Por suerte se trata de una sustancia que se evapora fácilmente en el aire, así que su persistencia en el medio no es muy grande.
Bifenilos policlorados (PCB)
Los PCB se usaron masivamente hasta mediados de la década de 1970 como aislantes para equipos eléctricos como transformadores, interruptores, condensadores y termostatos. Durante el tiempo que se utilizaron, los PCB, que son muy estables, se acumularon en el medio ambiente.
Su concentración en el feto afecta directamente al desarrollo del sistema nervioso y, como consecuencia, a la capacidad intelectual. En EEUU y Canadá se ha estimado que el conjunto de población posterior a la difusión masiva de PCB ha podido nacer con entre un 5% y un 7% de disminución intelectual respecto a las generaciones anteriores.
Su uso está actualmente prohibido en casi todo el mundo.
Polibromodifenil éteres (PBDE)
Estos compuestos bromados se usan como retardantes de llama en plásticos y espumas. Están presentes en numerosos equipos electrónicos pero, sobre todo, en los muebles, pues se aplica en las espumas de poliuretano presentes en estos. Su uso se popularizó para sustituir a los éteres bifenilos policlorados (PCB) que se prohibieron a finales de los 70. Pero el sustituto no fue mucho mejor. Su degradación en la atmósfera es muy lenta, por lo que es un compuesto persistente, además de bioacumulativo en los animales.
En 2006 el estado de California prohibió su uso después de que un estudio de la universidad de Columbia comprobara que la sustancia estaba presente en altas concentraciones en la leche materna, lo que se relacionó con un menor coeficiente intelectual y una pérdida de atención en los lactantes. En Europa su uso está permitido dentro de determinados umbrales considerados (de momento) seguros.
Arsénico
El arsénico es uno de los elementos más tóxicos que se encuentran en la naturaleza, pero los humanos han aumentado su presencia debido a que es un componente esencial en la industria. Su presencia en el aire, el agua y los alimentos es una preocupación constante de las autoridades medioambientales y sanitarias. El pasado octubre un grupo de investigadores de la Universidad Miguel Hernández (UMH) publicó un estudio en el que alertaba del alto contenido de arsénico (orgánico e inorgánico) presente en el arroz, que puede resultar peligroso para las personas celiacas que no suelen comer otro tipo de cereales.
Y no hay año que pase sin que la presencia de arsénico en los acuíferos obligue temporalmente a cortar el suministro de agua potable en determinadas poblaciones.
Plomo
Este metal pesado tiene innumerables aplicaciones industriales y, aunque su toxicidad es conocida desde hace centurias, era un material tan útil que nos hemos resistido siempre a dejar de utilizarlo. En 1921 la General Motors empezó a elaborar gasolina con tetraetilo de plomo, lo que elevaba los octanos de ésta. El plomo acabó contaminando la atmosfera y solo se prohibió el uso de este combustible cuando los peligros para la salud que estaba causando fueron más que evidentes.
Ya en 1960 el microbiólogo y ganador del premio Pulitzer, René Dubos, aseguró que la exposición al plomo estaba “tan bien definida, con las causas y las curas conocidas, que si no eliminamos este crimen social, nuestra civilización se merece todos los desastres a los que está predestinada”. Tuvieron que pasar décadas para que el plomo se prohibiera en cacerolas, tuberías (que contaminaban el agua potable) y pinturas. Entre 1970 y 2012, los niveles de plomo en sangre considerados tóxicos por las autoridades han pasado de 60 microgramos por decilitro a 5.
No cabe duda de que la exposición al plomo se ha reducido considerablemente, pero es difícil saber si lo ha hecho lo suficiente.
Mercurio
Hasta 2006, cuando la Unión Europea aprobó prohibir los termómetros de mercurio, la mayoría de hogares españoles guardaba en un cajón una pequeña muestra de esta sustancia extremadamente tóxica. El mercurio se acumula en el suelo o en las aguas superficiales, y los microorganismos son capaces de transformarlo en metilmercurio (CH3Hg), que es un compuesto mucho más tóxico, y que al absorberse provoca serios problemas en el sistema nervioso de todos los animales.
En la actualidad el manejo del mercurio en entornos laborales está muy controlado, pero es más difícil monitorizar su presencia en el ambiente. Los peces de la cúspide de la cadena trófica (como el pez espada, el atún o la caballa) tienen una tendencia natural a concentrar mercurio. Por ello se recomienda a las embarazadas (que, recordemos, son las que tienen que tener especial cuidado con todos estos neurotóxicos) no consumir estos animales.
Tolueno
Este hidrocarburo es una materia prima con muchísimas aplicaciones industriales, necesaria para la elaboración de poliuretano, medicamentos, colorantes, perfumes, dinamita y detergentes. También se utiliza como aditivo en los combustibles. La exposición a grandes concentraciones puede provocar afecciones en el sistema nervioso de la persona. Por suerte, el tolueno es biodegradable, por lo que, aunque puede tener cierta toxicidad sobre la vida acuática, no contamina tanto el medio ambiente como otros compuestos.
Etanol
El alcohol etílico –sí, ese que ingieres cada vez que tomas un vino o una cerveza– es una sustancia tóxica y es bien conocido su efecto pernicioso en el desarrollo del feto. Hoy todas las embarazadas saben que no pueden beber, pero el síndrome alcohólico fetal no fue identificado como tal hasta 1973 y no fue hasta los años 80 cuando las autoridades sanitarias empezaron a pedir a las mujeres embarazadas que evitaran el consumo de alcohol.
Y agregan que éstas podrían ser «sólo la punta del iceberg».
Se sabe que hay más de 1.000 sustancias químicas que son neurotóxicas en animales, y es probable que también sean dañinas en los seres humanos.
«Es claro es que todos estos son compuestos tóxicos, algunos muy tóxicos y no sólo causan daños al sistema nervioso central sino incluso son cancerígenos» Dr. Nelson Albiano
«Y ya que la función cerebral óptima depende de la integridad del órgano, incluso un daño limitado podría tener serias consecuencias», agrega el investigador.
Según el experto, sólo unas pocas sustancias, como el plomo y el mercurio, están controladas para proteger a los niños.
Pero las otras 200 sustancias que se sabe son tóxicas para el cerebro humano no están reguladas.
Tal como señala el doctor Nelson Albiano, muchas de estas sustancias pueden causar daño cerebral cuando hay una exposición directa, por ejemplo en talleres donde se manejan solventes.
«Desafortunadamante los daños sólo pueden verse cuando ha ocurrido una exposición a largo plazo».
«Pero lo que es claro es que todos estos son compuestos tóxicos, algunos muy tóxicos y no sólo causan daños al sistema nervioso central sino incluso son cancerígenos», agrega.
«Así que no cabe la menor duda de que hay que proteger a los niños de estas sustancias», concluye el médico.
Fuente: http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/science/newsid_6128000/6128318.stm https://www.thelancet.com/journals/laneur/article/PIIS1474-4422(13)70278-3/fulltext
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