Cada dos horas y media se suicida una persona en España, diez al día: duplican a los de accidentes de tráfico, superan en once veces a los homicidios y en ochenta a los de violencia de género.
Son algunas de las cifras que, con motivo del Día Mundial para la Prevención del Suicidio, que se conmemoró el 11 de septiembre, tratan de visibilizar los expertos que, un año más, exigen que el Ministerio de Sanidad, que dirige María Luisa Carcedo, impulse el Plan Nacional de Prevención del Suicidio al que se comprometió cuando llegó al cargo, al igual que su antecesora, Carmen Montón.
Los expertos del Teléfono de la Esperanza (717 00 37 17) recuerdan que la literatura científica especializada relaciona la vulnerabilidad de las personas con determinadas enfermedades mentales, pero que los datos estadísticos de adolescentes y jóvenes muestran que, en la mayoría de los casos, el deseo de morir surge como respuesta a una crisis vital, sin un trastorno identificado de base.
La mejor terapia contra el suicidio: no silenciarlo y hablar de ello
Es una de las principales reivindicaciones de los expertos. El consejero de Políticas Sociales, Familia, Igualdad y Natalidad de la Comunidad de Madrid, Alberto Reyero, indicó que no hay que ocultar el problema y se refirió a los «muchos mitos falsos», como que hablar del suicidio «invita» a otros a suicidarse, lo que «no es cierto».
El exdiputado de UPN Íñigo Alli, quien en 2007 promovió una proposición no de ley sobre prevención del suicidio en el Congreso de los Diputados, ha subrayado que durante el tiempo de la jornada 3 o 4 personas van a morir en España por suicidio y otras 65 lo van a intentar y sin embargo no se contará.
Así, ha criticado que en los manuales de las facultades de periodismo se diga que del suicidio no se hable cuando en el siglo XXI hablar de ello «salva vidas».
En la misma línea, Nestor Zserman, jefe de servicio de Salud Mental Retiro del Hospital Gregorio Marañón de Madrid, ha incidido en que no se debe silenciar, sino que «debe salir del armario», no tratándolo como un tema romántico sino como un problema de salud mental.
Este psiquiatra ha lamentado que en este área no se hayan conseguido los avances que en oncología o cardiología. «En salud mental los pacientes se nos mueren por suicidio», ha subrayado. Szerman, quien ha pedido el compromiso de la intervención y dedicar todos los esfuerzos «a doblar esa curva».
No hacer partícipe a nadie del sufrimiento es algo que se repite en las personas con ideas suicidas. Le pasó a Alba Ruipérez, quien después de dos intentos de suicidio -uno en el Instituto y otro en la universidad-, ha reconocido que «mi terapia ha sido contarlo».
Diagnosticada de anorexia que desencadenó en «una gran depresión, Alba sabe que tiene que estar «en una alerta continua, pero ahora cuando me siento un poco más baja ya sé dónde y a quién acudir».
Isabel Torrejón, una periodista con trastorno obsesivo compulsivo desde los 14 años y que superó también dos intentos de suicidio, ha considerado que hay que dar la voz de alarma contándolo a alguien justo en el momento en que se tiene un pensamiento suicida «porque después se te instaura en la cabeza» y ya puede ser tarde.
Autora de «Mi vida contigo y junto a ti», un libro en el que narra su experiencia, ha asegurado que una persona después de haber intentado morir puede ser feliz y ella es el ejemplo.
Silvia Melero, promotora del proyecto «Luto en colores» tras perder a su hermana, ha señalado que «desde el primer momento nombré lo que había pasado y no me avergüenzo de mi hermana. No hablar de ello no nos ayuda en nada».
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