Neurotóxicos: cómo evitar sustancias que dañan el cerebro
Entornos urbanos, industriales y postindustriales concentran niveles más altos de sustancias que dañan el sistema nervioso y el cerebro…Entornos urbanos, industriales y postindustriales concentran niveles más altos de sustancias que dañan el sistema nervioso y el cerebro. Son las neurotoxinas.
Las neurotoxinas bloquean los impulsos químicos de la comunicación neuronal:
algunas lo logran interrumpiendo las membranas celulares (canales iónicos); otras anulan las moléculas que propagan la información entre neuronas.
Los especialmente desarmados ante la presencia de neurotoxinas
Las neurotoxinas, capaces de alterar y matar neuronas, están presentes en substancias usadas en tratamientos médicos (radiaciones, medicamentos), metales pesados de pinturas y aleaciones, alimentos y aditivos, plaguicidas, disolventes, productos de cosmética… y, todavía más preocupante, en los alimentos con restos de fertilizantes y plaguicidas químicos.
La información es el método de prevención a corto plazo más efectivo para paliar sus efectos en bebés en gestación, niños y otras poblaciones vulnerables.
Las neurotoxinas, casi siempre invisibles, incoloras e inodoras debido a su presencia en pequeñas dosis o a acompañar otros productos u objetos, nos rodean en el día a día sin que nadie les preste atención. En cualquier habitación del hogar, en la oficina, en el coche, o incluso en el ambiente contaminado de la ciudad.
Las principales neurotoxinas pueden esconderse tras:
una lata de bebida carbonatada (manganeso, usado para evitar la oxidación);
un tubo de pasta de dientes (fluoruro);
el insecticida derramado para acabar con una mosca que sobrevuela (clorpirifos);
una fruta con restos de plaguicida (DDE, derivado del DDT o dicloro difenil trocloroetano);
un tejido textil en mal estado al que aplicamos líquido reparador de tejidos y metales (PERC, o tetracloroetileno);
un sofá o colchón con espuma y plástico que incluye compuestos bromados (PBDE, o polibromodinefil éter);
un alimento sin lavar con restos de herbicida o un producto de limpieza fuerte (arsénico);
pintura antigua y en mal estado, que emite sustancias al ser calentada por el sol (plomo);
un plato de sushi con atún capturado después de años en el océano (mercurio);
una gasolinera (tolueno);
una bebida alcohólica (etanol);
o los componentes de un vehículo (PCB, policlorobifelinos).
Sobre la toxicidad de entornos domésticos aparentemente inocuos
Todas las situaciones mencionadas pueden incluir pequeñas dosis de neurotoxinas (especificadas entre paréntesis en cada caso) que, repetidas durante toda la vida, causan daños cerebrales y en el sistema nervioso de adultos y, sobre todo, su descendencia.
Esta omnipresencia llevó al arquitecto estadounidense William McDonough y al químico alemán Michael Braungart a denunciar la toxicidad de entornos aparentemente tan protectores e inocuos para un bebé o una mujer embarazada como una confortable sala de estar.
En su ensayo de 2002 sobre el diseño biodegradable y no tóxico, McDonough y Braungart explican cómo y sustancias que conforman la moqueta, los juguetes o el sillón de esa sala de estar imaginaria son, debido a la toxicidad de materiales y procesos, una amenaza para la salud, debido a la concentración de neurotoxinas.
Herramientas para conocer más nuestro entorno inmediato
Algunas cosas han cambiado desde 2002:
hay más información sobre neurotoxinas al alcance de cualquiera gracias a recursos como Wikipedia, que actúa como puerta de entrada a artículos y ensayos sobre la materia; así como organizaciones (por ejemplo, el Environmental Working Group, EWG) que elaboran y analizan, con asesoramiento científico productos comerciales y entornos cotidianos; al existir un mercado potencial, infinidad de granjas y empresas se han especializado en alimentos y productos que evitan explícitamente el uso de neurotoxinas y otros componentes tóxicos para las personas y otros organismos; legislaciones como REACH, directiva europea vigente desde 2006, regulan y prohíben las sustancias más tóxicas en polímeros de plástico y otros materiales tanto de empresas europeas como de otras empresas foráneas que quieran vender en la UE.
Neurotoxinas en el vientre materno
Los niveles de exposición a neurotoxinas prevalecen debido al uso estratégico de muchas de estas sustancias, explica James Hamblin en The Atlantic.
En casos extremos, como recién nacidos que han sido expuestos a neurotoxinas en el vientre materno, los daños en el sistema nervioso central son permanentes e irreversibles, desde el retraso mental a la epilepsia, problemas de memoria y distintos tipos de demencia (desde el autismo al mal de Alzheimer).
Analizando la toxicidad de alimentos y productos
A diferencia las neurotoxinas producidas por organismos, que afectan a sistema nervioso y cerebro de la víctima del organismo venenoso de manera temporal, las neurotoxinas químicas tienen posibles efectos permanentes en función de la toxina, la dosis y el estado de gestación de sistema nervioso y cerebro, aumentando la peligrosidad durante la gestación y los primeros años.
Si los niveles de neurotoxinas permanecen elevados en entornos urbanos, industriales y postindustriales o incluso en los materiales de mobiliario y superficies del hogar, ¿cómo proteger a los más vulnerables, sobre todo a bebés en gestación y personas de corta edad?
Dada la imposibilidad de retirar o dejar de utilizar a corto plazo decenas de sustancias y procesos de los que dependen infinidad de productos e industrias, la información y el celo personal siguen siendo las principales herramientas para evitar los peores efectos de las neurotoxinas, aseguran expertos del Environmental Working Group.
Las listas de vegetales más tóxicos (Dirty Dozen) y con menos toxinas (Clean Fifteen)
El mismo EWG publica con periodicidad dos listas de alimentos que aportan una crucial información orientativa a los consumidores estadounidenses:
“Dirty Dozen“: listado con los alimentos vegetales cuyo análisis en mercados han revelado mayor concentración de neurotoxinas;
“Clean Fifteen“: listado de alimentos asequibles para cualquiera en cualquier lugar con la menor concentración de toxinas.
Ambas listas orientan a cualquier persona que quiera contrastar sus hábitos de compra con información objetiva basada en análisis de campo sobre frutas, verduras, hortalizas y otros alimentos y productos de cosmética (base de datos Skin Deep).
Reduciendo la exposición personal a tóxicos cotidianos
Poco a poco, dado el esfuerzo de muchas familias y la existencia de un mercado, productos de higiene personal y cosmética sustituyen parabenes e ingredientes químicos-orgánicos por componentes de origen vegetal o mineral, inocuos para niños y mujeres embarazadas.
Expertos de algunas de las universidades y centros de salud más importantes del mundo denuncian una “pandemia silenciada” que daña el cerebro y el desarrollo de bebés en gestación, debido a la exposición prolongada de la madre a neurotoxinas.
Un artículo científico publicado en 2012 por NIH, el grupo de investigación pública médica de Estados Unidos y firmado por la Harvard Medical School (David Bellinger), expone la pérdida de inteligencia causada por la exposición de la población a plomo, mercurio y pesticidas.
Una pandemia silenciosa (especialmente fatal durante la gestación)
Otro estudio (A ‘Silent Pandemic’ of Toxic Chemicals Is Damaging Our Children’s Brains, Experts Claim), publicado en febrero de 2013 y también y firmado por Philippe Grandjean, de la Harvard Medical School; y Philip Landrigan de la escuela de medicina Monte Sinaí de Manhattan, menciona 12 sustancias químicas que dañan el cerebro de manera irreparable durante la gestación.
El estudio refleja que la exposición a estas 12 sustancias químicas, presentes en el entorno y en utensilios como mobiliario y ropa, no sólo reduce la capacidad intelectual de los niños, sino que causa dolencias del espectro autista (ASD en sus siglas en inglés) e hiperactividad (TDAH, o ADHD en sus siglas en inglés).
Entre las toxinas identificadas por el estudio con mayor claridad, destacan los pesticidas.
De ahí que investigadores como el propio Philippe Grandjean recomienden ingerir alimentos producidos sin fertilizantes ni plaguicidas químicos. Existen, explica Philippe Grandjean, alrededor de 45 pesticidas con organofosfatos en el mercado, y “la mayoría tienen el potencial de dañar el sistema nervioso en desarrollo”.
Sobre la necesidad de concienciar a mujeres embarazadas y familias jóvenes con hijos
Philip Landrigan secunda a su colega en el reportaje de James Hamblin para The Atlantic: “aconsejo a las mujeres embarazadas que coman alimentos orgánicos porque reduce su exposición [a neurotoxinas] entre un 80 y un 90 por ciento”.
“Estas son las sustancias químicas que me preocupan realmente [que estén presentes] en los niños estadounidenses, los plaguicidas organofosfatos como los clorpirifos“.
Usado para controlar las plagas de cochinillas, moscas blancas, orugas y escarabajos, los clorpirifos, usados desde su registro por Dow Chemical en 1965, alteran el desarrollo fetal de manera irreparable.
Atentos a la omnipresencia de clorpirifos
Un estudio de 2010 encontró un nivel 10 veces superior al tolerable de metabolitos organofosforados en la orina, fenómeno que se ha asociado con el espectacular aumento de dolencias del espectro autista e hiperactividad.
Más: un estudio de Centros para el Control y Prevención de Enfermedades encontró TCPy, metabolito o “rastro” de la presencia de clorpirifos, en la orina del 91% de las personas examinadas.
El clorpirifos se ha encontrado, asimismo, en la práctica totalidad de las mujeres embarazadas y en la sangre del cordón umbilical del 70% de los fetos analizados en zonas de rentas bajas de Nueva York.
El estudio que se refiere a la “pandemia silenciosa”, publicado en 2014 por Philippe Grandjean y Philip Landrigan, completa un artículo preliminar de los mismos autores en 2006, que identificaba la omnipresencia y toxicidad del metilmercurio, los bifenilos policlorados, el etanol, el plomo, el arsénico y el polueno.
Desde entonces, han relacionado otras sustancias peligrosas para el desarrollo fetal, hasta llegar a la docena: manganeso, fluoruro, clorpirifos, tetracloroetileno, polibromodifenilos y dicloro difenil tricloroetano.
Lavar frutas y verduras, consumirlas orgánicas si es posible, evitar cosmética química
La evidencia científica, cada vez más contundente, ha conducido a muchas familias a elaborar su propia estrategia para evitar la exposición de sus organismos a las neurotoxinas más peligrosas:
consultar las listas de frutas y verduras con menos toxinas, así como los productos de higiene personal y cosmética sin neurotoxinas, usando herramientas como las falicitadas por EWG (listas Dirty Dozen, Clean Fifteen para alimentos; y base de datos Skin Deep para cosmética; el servicio GoodGuide, con aplicaciones para móvil, incluye más tipologías de productos);
ingerir alimentos orgánicos (sin plaguicidas ni fertilizantes químicos) y, cuando no sea posible, lavarlos con esmero antes de cocinarlos;
evitar la ingesta de animales conocidos por concentrar neurotoxinas y metales pesados, como los moluscos y el pescado capturado con más años;
usar productos de higiene personal y cremas solares sin compuestos químicos (optar por los minerales o vegetales);
evitar el mobiliario, las alfombras y tejidos con espumas y retardantes de llama bromados (presentes en vinilos, moquetas y ropa);
evitar el contacto con viejas pinturas, aleaciones, tuberías, etc., ya que suelen contener plomo.
Fuente: https://faircompanies.com/articles/neurotoxinas-como-evitar-sustancias-que-danan-el-cerebro/
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