El titular probablemente le haya alegrado la mañana a más de uno: «Una investigación estima que no es necesario reducir el consumo de carne roja o procesada».
Más aún si después ha escuchado que se trata de cinco artículos de revisión publicados en ‘Annals of Internal Medicine’ que, básicamente, contradicen lo que aconsejan las recomendaciones nutricionales de los últimos años y afirman que no hay una asociación estadísticamente significativa entre el consumo de este tipo de carne y el riesgo de enfermedades cardiovasculares o cáncer.
El problema es que investigadores en salud pública, epidemiólogos y expertos en nutrición de primer nivel ya han salido a la palestra criticando sus conclusiones.
Por ejemplo, el departamento de nutrición de la Universidad de Harvard ha emitido un comunicado en el que critica duramente tanto la metodología que se ha llevado a cabo en la revisión a la hora de interpretar los datos, como el análisis que ha conducido a las conclusiones finales. Tilda el trabajo de «desafortunado» y asegura que «tiene el potencial de dañar la salud pública, la de los pacientes y la del planeta».
Coincide con su punto de vista Miguel Ángel Martínez, catedrático de Epidemiología y Salud Pública de la Universidad de Navarra y uno de los principales investigadores sobre los efectos de la dieta mediterránea: «Los consumidores se enfrentan a una avalancha de información que puede ser abrumadora y les hace sentir que los investigadores en nutrición acaban por no estar de acuerdo en nada», lamenta. «Pero sí que estamos de acuerdo. Formo parte de una coalición con más de 500 profesionales de la salud pública y la nutrición, la True Health Initiative, y todos estamos de acuerdo: abusar de las carnes rojas y procesadas es perjudicial para la salud».
Según explica, el citado estudio «no incluye ningún dato que no fuese conocido previamente» y, de hecho, «en sus propias revisiones sistemáticas todas sus estimaciones encuentran que la reducción del consumo de carnes rojas o procesadas se asocia a menor mortalidad». Pero, a pesar de que «sus resultados son consistentes con la evidencia previa», subraya el científico, sorprendentemente «concluyen que los consumidores no se deben preocupar por sus hábitos de consumo de carnes rojas y procesadas e incluso les invitan a continuar con ese consumo», añade Martínez.
Para este investigador, la revisión incurre en errores graves, como «ningunear infundadamente la validez de los estudios observacionales» o no tener en cuenta el «imprescindible concepto nutricional de la sustitución» (no se refiere a comer carne en vez de comer alimentos de origen vegetal). Además, entre otros problemas, también utiliza la metodología habitual para el estudio de la eficacia de los fármacos, un método de análisis que no es igualmente válido para la investigación sobre nutrición o estilos de vida, subraya.
La revisión de estudios -que ha conducido a la elaboración de una guía- ha sido realizada por un grupo de 14 investigadores recientemente formado en el que colaboran científicos de las universidades canadienses de Dalhousie y McMaster o de los Centros Cochrane polaco e iberoamericano, entre otros. Bajo la denominación de ‘NutriRECS’, este equipo señala que su misión es «producir recomendaciones nutricionales fiables». Para ello han analizado cinco estudios previos con datos de unas 54.000 personas y sus conclusiones son justamente contrarias a las que llevan años sosteniendo organismos como la Organización Mundial de la Salud o paneles internacionales como EAT-Lancet.
Entre la comunidad científica, las reacciones han sido inmediatas. «Estas conclusiones no son las conclusiones de la comunidad médica. Han seleccionado los estudios que incluían [en la revisión] y el peso que les daban», ha señalado Elizabeth Klodas, miembro del grupo de Nutrición de la Sociedad Americana de Cardiología en declaraciones a The Washington Post.
En ese sentido, Martínez se cuestiona por qué el análisis no ha incluido estudios rigurosos, como el ‘Predimed’ o el ‘Diabetes prevention program», «a pesar de que son ensayos controlados y aleatorizados».
Martínez, que se ha puesto en contacto con colegas de distintos países al enterarse de la publicación del estudio señala que muchos investigadores están claramente sorprendidos por la publicación de estos datos en una revista científica de prestigio dado que «las recomendaciones formuladas en este artículo parecen estar en contradicción directa con los datos que incluye el propio artículo».
Maira Bes-Restrollo, especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública y autora de numerosos estudios sobre nutrición, cuestiona también el hecho de que «de los 14 miembros, sólo dos de ellos se consideran científicos nutricionales y la mayoría son metodólogos que no tienen especial experiencia en nutrición».
«Es muy grave que sus guías y recomendaciones violen el principio ético de de ‘primero no hacer daño», continúa. «En la práctica clínica sería irresponsable decirle a un paciente que consume dos raciones diarias de carnes rojas o procesadas que siguiera así».
«Las principales organizaciones de salud y expertos en salud pública seguiremos recomendando reducir la carne roja y procesada basándonos en una colección previa realmente impresionante de buenos estudios», añade Martínez.
A principios de este año, la comisión internacional de científicos EAT-Lancet estimó que una transformación dietética global que duplique la ingesta de «alimentos saludables como frutas, verduras, legumbres, nueces y semillas» y reduzca el más del 50% de media el consumo de alimentos como la carne roja conseguiría «prevenir aproximadamente 11 millones de muertes por año en el mundo», lo que representa entre el 19% y el 24% del total de fallecimientos en adultos».
En 2015, el Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (IARC), dependiente de la Organización Mundial de la Salud señaló que la carne procesada es un agente cancerígeno para los humanos. Según sus estimaciones, «cada porción de 50 gramos de carne procesada consumida diariamente aumenta el riesgo de desarrollar un tumor en el colen aproximadamente en un 18%».
Por otro lado, el macroestudio europeo EPIC, que incluyó en su análisis casi 450.000 personas, también estimó que el 3,3% de las muertes que ocurren en Europa se prevendrían si el consumo de carnes procesadas se redujese a menos de 20 gramos al día.
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