Es una sensación que da bienestar, placer e incluso dolor, y que contiene ingredientes bioactivos como la capsaicina que tiene efectos relevantes para nuestra salud, aunque para algunos es un enemigo
Guindillas, ají, pimiento, chiles, cayena o ñora conforman la extensa familia Capsicum, que se caracteriza por proporcionar un gusto picante (cada variedad proporciona una intensidad diferente, que se mide con la escala de Scoville) a las elaboraciones, siendo uno de los pocos sabores que es capaz de dividir a los comensales en dos grupos bien delimitados: los que lo aman y los que lo odian.
Sea como fuere, lo cierto es que algunos platos españoles no serían lo mismo sin él, como, por ejemplo, las bravas, el pulpo a la gallega o el mojo picón. Ni tampoco la gastronomía para muchos, especialmente los mexicanos, que pueden presumir de atesorar en su recetario el mayor número de platos picantes, pues les aporta chispa y alegría a las elaboraciones culinarias.
Aunque para ser exactos, el picante no es un sabor, pues no lo captamos con el sentido del gusto, sino una sensación, ya que lo percibimos con los receptores del dolor. Y la responsable de dicha sensación es la capsaicina, una molécula que generalmente se concentra en el tejido, las semillas y las venas que rodean las semillas. Cuando la ingerimos, los receptores TRPV o nociceptores, que son los encargados de modular el dolor, envían al cerebro la información de que nuestra boca se está quemando. Para defenderse, este responde elevando la temperatura corporal (termogénesis) o la sudoración, dilatando los vasos sanguíneos, acelerando el ritmo cardiaco e incluso promoviendo el llanto.
Entonces, ¿por qué si el picante provoca esta retahíla de síntomas, que muchos tildan de desagradables, engancha a tantos comensales? La clave está en que el organismo, en el momento que recibe la señal de peligro, libera endorfinas y dopamina, que juntas crean una sensación de placer y bienestar muy similar a la que proporcionan otros opiáceos como la morfina; es decir, nos excita. Por lo tanto, podríamos decir que los amantes del picante buscan la activación del centro del placer y, por lo tanto, el disfrute.
Picante para vivir más
Asimismo, el picante siempre ha estado rodeado de polémica, pues se le relaciona con las malas digestiones, con el incremento de la obesidad e incluso con la aparición de úlceras o hemorroides. Pero ¿hasta qué punto son plausibles estas creencias y en qué medida es perjudicial para nuestra salud? Las últimas investigaciones han demostrado que dichas creencias son erróneas. Sin ir más lejos, un estudio, que se encuentra publicado en el ‘British Medical Journal’, comprobó que «quienes consumen alimentos picantes casi todos los días reducen en un 14% el riesgo de muerte por cáncer, cardiopatías isquémicas y enfermedades respiratorias».
Según dicho estudio, los alimentos picantes contienen «ingredientes bioactivos, como la capsaicina, que se ha documentado durante mucho tiempo en estudios experimentales o en poblaciones de pequeño tamaño. Por ejemplo, un estudio ecológico mostró que las poblaciones con un mayor consumo de especias tienen una menor incidencia de cáncer». Incluso se ha demostrado que «disminuye el apetito y, por lo tanto, el riesgo de padecer sobrepeso u obesidad». Esto se debe a que, tal y como hemos comentado, favorece el incremento de la temperatura corporal –termogénesis–, la cual aumenta la sudoración y el gasto calórico, además de fomentar la eliminación de toxinas. Ahora bien, debemos tener claro que es un coadyuvante y no un alimento milagroso, por lo que surtirá su efecto en el marco de una dieta sana, variada y equilibrada.
Por otra parte, «dichos agentes bioactivos también han mostrado papeles beneficiosos en las afecciones cardiovasculares y gastrointestinales, diversos tipos de cáncer, vejiga neurogénica y afecciones dermatológicas. Además, las especias exhiben actividad antibacteriana y afectan a las poblaciones de microbiota intestinal, que en humanos se han relacionado recientemente con riesgos de diabetes, enfermedades cardiovasculares, cirrosis hepática y cáncer. Estos datos en conjunto sugieren que las especias pueden tener una profunda influencia en la morbilidad y la mortalidad en humanos. Sin embargo, la evidencia relacionada con el consumo diario de alimentos picantes y la mortalidad total y específica por enfermedad de los estudios de población es deficiente».
Quienes comen alimentos picantes casi todos los días reducen en un 14% el riesgo de muerte
Pero la cualidad más destacada de la capsaicina es la analgésica o, lo que es lo mismo, alivio del dolor (de hecho, podemos hallarla en la farmacia en forma de pomadas). La razón estriba en que el consumo habitual de dicha sustancia conlleva una adaptación de los nociceptores -los receptores del dolor-, tornándose menos sensibles.
No obstante, los alimentos picantes atesoran muchas más sustancias beneficiosas como, por ejemplo, la piperina contenida en la pimienta, que destaca por sus propiedades adelgazantes, pues impide la formación de nuevas células de grasa, y mejora la digestión; o el gingerol contenido en el jengibre, que tiene propiedades antiinflamatorias y termogénicas, y además ayuda a acelerar el metabolismo.
En algunos casos, un enemigo
El picante es contraproducente para quienes padecen problemas estomacales.
Por lo tanto, comer picante es saludable y, tal y como se ha demostrado, alarga la vida. Aunque no existen valores de ingesta recomendados (algunos expertos recomiendan una media de tres comidas a la semana), debemos hacer uso del sentido común y no abusar de él si queremos que sea un aliado de nuestra salud y no un enemigo.
No obstante, deben evitarlo o restringir su consumo en la medida de lo posible quienes padecen algún tipo de afección relacionada con el aparato digestivo como gastritis, úlcera de estómago o colon irritable, entre otros. Dicha recomendación también se extiende a quienes padecen hemorroides, no porque las produzca, que es una creencia muy extendida entre la población, sino porque acentúa los síntomas.
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