Si se cultivaran tomates en una pequeña fracción (un 8%) de las cubiertas de la Zona Franca, habría suficiente para el consumo de uno de cada diez habitantes de la ciudad. Así lo reveló un estudio de 2015, que abrió muchos ojos sobre el potencial de la agricultura en las cubiertas de la ciudad.
Reverdecer las azoteas sirve para gozar de un jardín, para refrescar los edificios, protegerlos de humedades e inundaciones e incluso crear un espacio acogedor para insectos y pájaros. Pero lo más rompedor es usarlas como huertos.
El crecimiento de la agricultura urbana es una tendencia global. En 2016, Paris financió 33 proyectos en el marco de la primera convocatoria Parisculteurs. La ciudad pretende «vegetalizar» 100 hectáreas dentro de 2020, algunas de ellas en el nuevo barrio verde Chapelle International. En la última década, en Berlín se han creado 100 nuevos huertos comunitarios y en una decena de ciudades alemanas se han creado consejos de la alimentación, que impulsan proyectos de agricultura urbana.
«Ya no se ve la agricultura urbana como algo pintoresco: estamos cerca de un punto de inflexión», afirma Xavier Gabarrell, implicado en el trabajo de 2015 e investigador del Instituto de Ciencias y Tecnologías Ambientales de la Universidad Autónoma de Barcelona (ICTA-UB).
Diversidad de motivaciones
Además de los huertos en las cubiertas, el espectro de modelos posibles es muy amplio: paredes comestibles, huertos interiores e invernaderos en las azoteas. También hay una gran diversidad de motivaciones que van desde las iniciativas comunitarias al negocio duro y puro. Ejemplos de esto último son invernaderos comerciales en Montreal (Lufa Farms), en Nueva York (Gotham Greens), en La Haya (UrbanFarmers), o en Berlin (ECF).
En el sur del mundo, la producción interna a las ciudades es artesanal y contribuye a la nutrición y a los ingresos de las familias. Al contrario, en el norte del mundo las motivaciones principales son la conexión con la naturaleza y el espíritu comunitario.
Rechazo
Sin embargo, no todos los proyectos encuentran consenso. «Hay cada vez más proyectos bloqueados por los vecinos, sobre todos en las cubiertas. La gente teme que los huertos huelan mal, atraigan ratas o generen ruidos. Es algo que nos ha sorprendido», observa Mélanie Colle, de la fundación AgroParisTech, que ha coordenado la dos primeras convocatorias Parisculteurs, en 2016 y 2018.
Que algunos proyectos no surjan de las propias comunidades podría explicar parte de este rechazo. La investigadora Raychel Santo del Johns Hopkins Center for a Livable Future detectó que buena parte de los proyectos de agricultura urbana en EEUU eran liderados por blancos no residentes, en barrios de mayoría negra o latina, mientras los proyectos liderados por comunidades de menores ingresos tenían más dificultades.
La agricultura urbana aumenta también el riesgo del fenómeno de la «gentrificación verde», según la revisión de Santo. Con más verde, los barrios mejoran, lo cual aumenta el precio de la vivienda y acaba desplazando los residentes menos acaudalados, a menos que se implementen medidas de compensación.
Tampoco es automático que la agricultura urbana afecte positivamente al cambio climático. El uso de agua y energía y el transporte de recursos pueden dispararse en un modelo de cultivación fragmentada y de pequeña escala. Por otra parte, los estudios demuestran que es improbable que los productos se intoxiquen con la contaminación de la ciudad.
Pensamiento sistémico
No obstante estos percances, los proyectos de agricultura urbana se multiplican. Raychel Santo se alegra de ello. «Para cultivar tienes que estar atento al tiempo. Te abre al pensamiento sistémico, algo yo no aprendí en la escuela tradicional: algunos de los grande problemas del mundo son precisamente sistémicos», explica.
Según esta investigadora, la razón del éxito de esta práctica es algo profundamente arraigado en las personas. «Hay algo especial en hacer crecer tu propia comida. Es una experiencia que transforma. Ves la historia de algo a partir de una semilla. Adquieres una conexión especial con lo que es cuidar de las cosas», concluye.
Fuente: https://www.elperiodico.com/es/medio-ambiente/20190815/cultivar-ciudades-7573128
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